Amor...

Es lo que siento por ti cuando me despierto.

Es lo que anhelo entregarte cuando abro mis ojos.

Amor, las palabras son pocas para expresarte lo mucho que te amo, te lo he dicho muchas veces, pero esa es la verdad. Tengo que confesarte que sólo con estas cartas, que sólo con estas palabras puedo hacerlo, son palabras que salen desde mi corazón y que siento que así son.

Desde que te conocí supe que eres distinta a las demás, sabía que en ti había una luz que brillaba con más fuerzas que de las demás personas, seguramente esa luz debe ser Jesús, el cual vive en tu corazón, y... poco a poco me fue envolviendo esa luz, una luz que anhelaba que también me alumbrará. 

Te aseguro que no quería enamorarte, te aseguro que sólo quería ser tú amigo, pero... nada fue como tenía que ser, de un momento a otros sentimientos más profundo comenzaron a surgir, y nuestras conversaciones no eran las mismas, ahora eran... más intimas, más coquetas.

Aún así, nunca perdiste tú cordura, ni tú sensatez, fuiste tan prudente, pero tan honesta, y yo... no pude responder de otra forma que siendo honesto contigo, desde el principio. Poco a poco te veía con ojos de hombre, con ojos de amor, y tus palabras cada vez se hicieron para mi más dulces que la misma miel, más gratas que el mismo oro, te convertiste en lo que siempre había soñado.

Lo sabía, sabía que eras más de lo que le había pedido a Dios, sabía que eres muchísimo más hermosa de lo que mis ojos pueden ver, eres hermosa tanto por fuera, como por dentro, y sé que Dios tiene la gloría de eso, porque mujer como tú muy poco existen.

Gracias, es todo lo que puede decirle a Dios y a ti, gracias por dejarme entrar a tú vida, gracias por dejarme amarte, gracias por mirarme cada día con esos ojos de amor... con los que me miras, te amo princesa, y quiero que sepas que mi vida es tuya, te amo, y mi meta es entregarte mi corazón y recibirte en el altar, mientras más bendición recibimos de Dios por presentar nuestra relación oficialmente delante de Él y del mundo.

Te amo.